Esnobs con escupidera
Ayer, previa invitación, me acerqué con unos amigos a una degustación de vinos organizada por una bodega que suelo frecuentar para satisfacer mi debilidad por los buenos caldos de la tierra, con llana predilección por los tintos de Rioja y Ribera del Duero, así como brandys, maltas y poca cosa más.
El evento, así al primer vistazo, nos pareció libre del esnobismo que temíamos, así que nos decidimos a entrar abandonando el plan B: tomar dos o tres cervezas mientras mejoramos el mundo a golpe de debate. Si hoy el mundo no es mejor que ayer, podéis culparnos sin reservas.
Volviendo al tema, degustamos varios tintos excelentes, cada cual con sus gustos: clásicos o sofisticados, roble americano o francés, foráneos "cabernetes" o tempranillos de toda la vida, reservas, crianzas o cosecheros.
Pero, de repente, mi línea visual tropieza con algo inesperado: Varios asistentes, convencidos de ser el novamás de la sofisticación y a los que, supongo, nadie había informado o no entendieron que se trataba de degustación y no de cata, portaban sus escupideras y, después de cada sorbo y como si fuera lo más normal del mundo, procedían a escupir la sagrada sangre de Cristo.
Pensé que no valía la pena, pero me hubiera gustado acercarme a ellos y explicarles que ciertas normas sociales consideran de muy mal gusto escupir en público, sobretodo delante de tus contertulios. Decirles que a una degustación se va a degustar con todas sus consecuencias y que si quieren escupir lo hagan en una cata, acontecimiento este en que sí se facilita la intimidad del escupitajo y no fuerzas a nadie a ver el hilillo de baba que cuelga de tu boca.
El evento, así al primer vistazo, nos pareció libre del esnobismo que temíamos, así que nos decidimos a entrar abandonando el plan B: tomar dos o tres cervezas mientras mejoramos el mundo a golpe de debate. Si hoy el mundo no es mejor que ayer, podéis culparnos sin reservas.
Volviendo al tema, degustamos varios tintos excelentes, cada cual con sus gustos: clásicos o sofisticados, roble americano o francés, foráneos "cabernetes" o tempranillos de toda la vida, reservas, crianzas o cosecheros.
Pero, de repente, mi línea visual tropieza con algo inesperado: Varios asistentes, convencidos de ser el novamás de la sofisticación y a los que, supongo, nadie había informado o no entendieron que se trataba de degustación y no de cata, portaban sus escupideras y, después de cada sorbo y como si fuera lo más normal del mundo, procedían a escupir la sagrada sangre de Cristo.
Pensé que no valía la pena, pero me hubiera gustado acercarme a ellos y explicarles que ciertas normas sociales consideran de muy mal gusto escupir en público, sobretodo delante de tus contertulios. Decirles que a una degustación se va a degustar con todas sus consecuencias y que si quieren escupir lo hagan en una cata, acontecimiento este en que sí se facilita la intimidad del escupitajo y no fuerzas a nadie a ver el hilillo de baba que cuelga de tu boca.
1 Comments:
Yo estuve hace unos meses en una "desgustación" y no cata, como tu muy bien dices y también había elementos de estos. Pero, yo iba a lo mio :P
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